/ 15 mar 2005

Comparsa en homenaje a la iglesia Santa María de Úbeda. Descargar.


Algún historiador, aunque sin documentación en que apoyarse,remonta su antiguedad a la época romana. Dice que existe laposibilidad de que, en el mismo sitio que ahora ocupa SantaMaría, hubiese un templo dedicado a Diana, que convirtieron después los godos en iglesia.

Actualmente, Santa María es la Parroquia Mayor, erigida donde estuvo, ensu tiempo, la Aljama árabe. De la edificación is/ámica queda una puerta queservía de comunicación entre el Alcázar y la Mezquita; puertadescubierta en uno de los muros del actual claustro y por la que -según tradición- entró Fernando 111. Esta puerta, ajuzgar por los indicios que nos da su actual disposi-ción arquitectónica, fue reconstruida en el siglo XIV.Tambiénse conservan, en parte, algunas arquerías y pilares primitivos. Asimismo, en los muros de poniente se observanreminiscencias musulmanas. Es uno de los templos ubetensesque más transformaciones y reconstrucciones ha sufrido. No hay por consiguiente en él unidad arquitectónica. Templo sedimentario -lo definiríamos- en el que diferentes estratosartísticos se superponen, se mixtifican y se agregan en heterogéneas asociaciones. Templo "romántico" -diríamos también- cuya morfología ha sido repetidas veces dislocada por la acción del tiempo, rota cualquier moderación.

Cada época histórica profiere en Santa María su clamor inconexo ydeclina su modalidad desconectada. A la entrada del claustro,unos capiteles románicos pugnan por esgrimir su grito antiguo,aplastado: su grito apasionado por la balumba masiva de sucesivos, reiterados, ímpetus innovadores. Triunfa en el claustro la vigencia de un gótico ambientado de sutiles melancolías, de añoranzas que cuajan en serenidades. Y en el interior, en vano trata de imponer su autoridad la hegemoníarenacentista; todo aparece como una ingobernable democracia artística (?), perdido cualquier equilibrio compensatorio. Losarcos de las naves se curvan en indecisas preferencias entre la ojiva y el medio punto, para quedarse, al fin, en indisciplinadas, "independientes" estructuraciones.

El góticoflorido, el plateresco, el puro clasicismo, y hasta el impurobarroco alguna vez, parlamentan -no sin vociferaciones- en elsacro recinto. A estas voces artísticamente autorizadas se unen-hay que confesarlo- intrusas resonancias de un "stajanovismo"apresurado, que nada tienen que ver con ningún estilo; son fruto de las restauraciones parciales hechas en este templo,después de la guerra civil.Pero, en conjunto, una nota meritísima tiene nuestra Iglesia Mayor: la originalidad. Si resulta extraña, en sus detallesacusa sin embargo, a cada paso, un destello curioso de novedad;nunca, o rara vez, una vulgaridad. Tal virtud,excusa muchos posibles defectos.

Es, en fin, Santa María, un templo "a posteriori", un temploque ha resultado. Porque sus construcciones y reedificaciones,parecen haber renunciado, de antemano, a todo supuesto previo,a todo parentesco y a toda continuidad.¿Cuántos obispos reformadores han dejado su huella en este templo? Nombres y fechas en los muros, en las puertas, en las bóvedas de la antigua Colegiata;nombres y fechas correspondientes a otras tantas restauraciones, supresiones,derribos, erecciones, enmiendas. Aquí, la huella del canónigo Becerra, allá la delObispo Dávila, enfrente la del beneficiado Sagredo... Acá, lasarmas del prelado Mendoza; arriba el escudo de Suárez de la Fuente del Sauce...

Fuente Información: Biografía de Ubeda, Juan Pasquau Guerrero